La seguridad es una lata.
Sucede en todos los ámbitos. Yo estoy acostumbrado a sufrirla a veces y requerirla otras en entornos informáticos.
Que si cambiar la password cade cierto número de días, y que sea complicadita, nada de la fecha de nacimento del hijo.
Que si requerir varias autorizaciones para hacer no sé qué.
Que si portátiles y documentos internos cerrados bajo llave,…
Pero donde más la sufro es en los aeropuertos.
El lunes a primera hora tenía que coger un avión por motivos de trabajo en el único aeropuerto del mundo que puede llamarse auténticamente BIO.
Como el viaje hasta un hotel cercano lo había hecho la noche anterior para evitarme el madrugón y temía a Morfeo por el camino, me había pillado una lata de un refresco de Zero calorías y muchos edulcorantes artificiales.
Al final no me la tomé, y la olvidé completamente en la mochila del portátil, donde también llevo una camisa, calzoncillo y calcetines de repuesto, por si las pérdidas de maletas. Que no sería la primera vez.
Y allí estaba yo, con mis bolsillos vacíos, el portátil en su correspondiente bandeja dispuesto a dejarse escrutar hasta las soldaduras por la maquinita de marras… y la lata en la mochila.
Paso el arco y, como casi siempre, pito. Yo creo que le gusto al guardia y me quiere cachear. Que un día le voy a decir que soy gay y que él me pone, así que mejor que me cachée su compañera para evitar situaciones embarazosas… A ver qué dice… Pues nada, cacheo, y no me encuentran nada.
¿Y la lata de la mochila? Nada, p'adelante, toda fresca (bueno igual ya está templada).
No me doy cuenta del tema hasta llegar al hotel.
No sé si el escaneador tenía tan claro el tema de que era una lata olvidada que me hizo hacer el favor de no decir nada (desde aquí mi agradecimiento), o es que no se ve bien (¡vaya peligro!), o es que simplemente no importa.
Y según cuál sea la respuesta, me pregunto: Y tanta seguridad, ¿para qué? Estoy seguro de que el quiera hacer saltar un avión por los aires o provocar que se estrelle contra alguna torre, gemela o no, tiene formas de hacerlo que no detectarían. Así que más bien me parece que se trata de darnos a los ciudadanos una ¿falsa? sensación de seguridad, aunque sea a costa de nuestro tiempo y nuestro dinero (a ver para qué creéis que son una buena parte de las tasas de los billetes de avión, que son a veces más altas que el precio del propio billete).
En fin, que esto es una lata.
Yo solía llevar una pequeña navaja en la mochila y cuando la utilizaba para viajar pues ni me acordaba de ella. Así como que la navajilla ha pasado alguna que otra vez los controles. Decir también que ya son tres las navajitas que me han sido incautadas. A veces las pillan, a veces no. Supongo que dependerá de la hora en la que pases, por eso de las legañas.
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