Bien, amigos de la magra, os voy a ilustrar sobre el secreto mejor guardado de la humanidad, que no es otro que cómo comer lo que uno le venga en gana y no engordar nada, incluso adelgazar.
Siempre que hemos cogido algo de peso, por ejemplo tras el período vacacional, tras repetidas cenas que se tenían pendientes, etc. nos hemos planteado la conveniencia de quitarnos esos molestos y antiestéticos michelines que nos salen cual cascadas salvajes en las partes bajas del tronco, léase pistoleras y barriga.
Pues bien, existe un método que NO falla, pero para entender esto primero hay que conocer la ciencia Termodinámica, esa rama del saber que explica los fenómenos de intercambio de energía entre los cuerpos, como puede ser entre un ser humano y un bizcocho.
La Termodinámica es una ciencia fenomenológica, esto es, que se basa en observar los fenómenos e inferir de ellos una serie de leyes que los explican, y no al revés, que sería suponer una serie de leyes y buscar fenómenos que los cumplan. Así pues, se basa en la observación.
Tras siglos de esta observación por parte de gentes de la talla de Einstein, Otto (el del motor de explosión que montan todos nuestros coches de gasolina) y otros, se enunciaron tres principios fundamentales, que si bien no podían ser demostrados no se había observado nunca un hecho natural o artificial que los contradijese. Estos tres principios, a grandes rasgos son:
- Primer principio o de conservación de la energía. No existe un artefacto u organismo que no consuma al menos la misma energía que produce.
- Segundo principio: no existe artefacto u organismo que sea capaz de convertir toda la energía que le llega en trabajo útil, siempre existen disipaciones.
- Tercer principio: no se puede alcanzar el cero absoluto de temperatura (-273.15 grados centígrados, o sea cero grados Kelvin: 0ºK=-273.15ºC). Este es el que menos nos afecta.
Tras esta chapada, vamos a lo que interesa. Si nos creemos esto, y recordando que en miles de años no se ha visto nada que lo contradiga, se puede decir que:
- Si me como un bocadillo de panceta entreverada, va a ir como poco entero y verdadero al culo, en forma de grasita. Primer principio.
- Entero no, porque sólo el hecho de mascarlo y digerirlo ya gasta algo aunque sea poco. Segundo principio.
Pues bien, aquí es cuando nos encontramos a gentes que afirman, y eso en vidas en el mejor de los casos no superiores a 35 años, haber visto lo contrario, cuando científicos consagrados no lo han observado durante décadas de experimentos.
Me refiero, cómo no, a las expresiones:
- "Es que yo apenas como y engordo mucho"
- "Lo que me pasa es que tengo un metabolismo lento"
- "Si sólo he comido un poquito y mira cómo me he puesto"
- "Yo me alimento casi de lechuga y agua y no bajo de peso"
Lo que hay que hacer, y para poder cumplir las leyes termodinámicas-y así no engordar o incluso bajar de peso- es comer menos calorías de las que uno gasta o bien gastar más de las que se comen. Mesplico. Si una persona está todo el día ante un ordenador y luego se levanta y se come el bocadillo de panceta, pues efectivamente el bocadillo se transformará en un abrir y cerrar de mandíbula en sus buenos 200 ó 300 gramos de grasita, descontados por supuesto la energía consumida en parpadear y clickar el ratón con un solo dedo.
Pero si un leñador de hacha del centro de Markina se come ese bocadillo en una mañana, y lo acompaña de dos chorizos a la sidra y lo riega con bien de Jumilla, amén de un carajillo de anís del mono, no sólo no engordará, sino que adelgazará, porque claro, si se ha cortado doce kanaerdikos antes, y después hasta la hora de comer se corta otros doce, pues se va a poner hecho un titán y las chavalas del batzoki se pondrán a aullar en cuanto se quite la zamarra pues.
Resumiendo: que si se quiere adelgazar, hay que o bien comer menos, o bien hacer más ejercicio. Y si se hacen las dos, pues mejor todavía. Y si se quiere engordar, pues lo contrario, y ya está. Así de simple.
Lo difícil es resistirse a un buen plato de patatas a la riojana, con su choricillo picantito, a unos crepes de chocolate caliente con nata, mmmmm, a esas manitas de ministro a las que roer los huesecillos y rechupetearse los dedos, a ese jamón ibérico templado cortado finísimo, con un chorrito de aceite de oliva virgen, a la tarta de manzana todavía caliente, con mermelada de melocotón chorreando por esas láminas de manzana crocantes, a un gorrín asado con la piel crujiente, humeando recién salido del horno y que parece decirnos hola qué hay, crunchi crunchi... Uf, qué hambre me está entrando, voy a contradecir el segundo principio en un santiamén, mañana ya diré que no sé cómo no adelgazo considerando que sólo me he recenado un bocadillo de butifarra con un mazacote de queso (eso sí, light).
Y el viaje que le he dado al taper de almóndigas no cuenta, que lo ha hecho mi madre y no sabe nada de termodinámicas ni gilipolleces de esas.
Y total, por comer dos pastillas de chocolate para quitar el regusto del salado no pasa nada, qué son dos pastillitas hombre, que es que ese Otto es un desalmado. Seguro que de pequeño era el capacico las hostias. Ale, unas pocas nueces que son buenas para la circulación y a dormir, que es bueno dormir con el estómago ligero. Las nueces con pan y membrillo, coño, que pareces atontao, solas no se ha visto en la vida. Jolines, este régimen lo llevo fenomenal pero no me funciona, seguro que es el metabolismo. No sé. O la báscula de mi casa que marca de más, que en la de mi hermano peso menos. Serán los huesos, que me pesan mucho.
martes, 3 de marzo de 2009
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Genial, tío.
ResponderEliminarSandy y yo hemos llorado de risa, literalmente, con el último párrafo.
Me siento completamente identificado desde lo del click con un solo dedo, hasta lo de las dos pastillas de chocolate para quitar el salado, el queso, las nueces y el membrillo.
Me voy a meter al cuerpo algo ligero, un flan de huevo, y a gastar energía roncando.
¿Qué tal Martín?
ResponderEliminarOye, que mira, que en este blog también tenemos una teoría con una base científica parecida. Te la expongo por si también quieres crear un blog con ella igual que con la otra...
Yo la he llamado Teoría Legumínica del Universo:
El universo es una gran perola de alubias. Cada galaxia es una alubia y el espacio es el caldillo bien ligado. En algunas zonas hay materia oscura como la morcilla, o zonas de alta concentración de energía como el chorizo y el tocino.
Pero ese universo está dentro de otro universo en el que una cuadrilla se juntará para celebrar una comida y se comerán el Universo. Y ese Universo en el que existe la cuadrilla es como una gran perola de alubias. Cada galaxia es como una alubia....
Lo que aún no sé es dónde encajar la txistorra del aperitivo, la sidra y la tarta Sacher del postre. Por no hablar de los copazos de la sobremesa. Pero seguro que encuentro alguna explicación científica.