El otro día por fin procedí al emparrado (o empalado) de mis tomates, que no es otra cosa que atarlos a un palo clavado en la tierra para que crezcan de forma vertical y no horizontal. ¿Para qué? Paraguayo. Pues para que cuando los tomates salgan harán mucha menos fuerza que si colgasen de una ramita en horizontal, rompiéndola.
Aquí tenéis una foto con el macetero de mis amores:
Además, según las instrucciones de mi suministrador de plantones de tomate, allá por la segunda semana de mayo, los he deshijuelado, que es cortarles las ramas que tengan hasta más o menos unos 25 cm. de altura, con el fin de que las plantas saquen menos tomates pero de mayor tamaño.
En el detalle se ve además las flores que ya empiezan a salir. Según un amigo mío -Iñigus de Suchard- experto en plantaciones de tomates (el año pasado cultivó uno) a las flores hay que violarlas, que no es meter salva sea la parte dentro de la flor, harto difícil de por sí, sino que con un pincel se van pincelando las flores una a una. ¿Por qué? Porque es muy difícil que a un balcón particular vaya una abeja y polinice las flores, condición indispensable si queremos recoger tomates, ya sabéis, papá pone una semillita en mamá. Pues lo mismo, aquí fecundamos in vitro, pero en versión casera.
Y ya véis que el orégano va viento en popa, a lo mejor ya hasta se puede recoger y secar, pero como no lo sé, pues ahí está. Me voy a guguel a ver que pone.
sábado, 6 de junio de 2009
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