jueves, 12 de agosto de 2010

Cosas que pasan fuera de internet

El otro día estuvimos de txuletonada (o sea, degustación de chuletón a la brasa) en Ciordia, pueblo limítrofe con Álava.
Fuimos allí porque en el google piscinero me dijeron que aparte de que se podía hacer fuego, había columpios para críos, mesas bajo cubierto, zona verde y hasta un regacho.
Ah, el google piscinero es cuando te hartas de buscar merenderos en google y terminas preguntando a alguien en la piscina a ver si sabe algún sitio chulo para hacer fuego. Y da mejores resultados con tan sólo un par de búsquedas. En mis tiempos, era la única fuente de información para todo: teníamos el google piscinero, el alltheweb del barrio, el yahoo! de la uni, etc.

Bien, para allá que nos fuimos pertrechados de, cómo no, numerosas viandas y los chuletones de rigor, además de carbón vegetal amén de pastillas de esas combustibles.
Cuando nos dispusimos a hacer fuego, observamos con gran disgusto que los dos maestros fogoneros de la cuadrilla léase el Prim y el Iñigus no estaban, y claro está, tuvimos que apañarnos. Pero no es sencillo hacer fuego con el carbón vegetal, porque para empezar no arde.
Total, que tras media hora de infructuosos esfuerzos, decidimos ir a comprar leña a algún nativo aborigen y hacer fuego de forma primitiva pero eficaz. Preguntamos en el pueblo y nos dijo un señor muy amable que en la casa de ahí ande la maceta grande nos vendían leña.
Salió una señora muy maja y nos dijo:
- "Sí, pero eso tendréis que ir a buscar al hermano, ahí, en las casas de ahí delante, una con las persianas como éstas". Ottiá, segunda búsqueda en google ciordiense. Pallá que nos vamos.
- "Preguntad por Jesús", nos remarcó. "Lo pone en el timbre". Gracias señora. Y nos caminamos hacia donde nos dijo.
En tres minutos dedujimos cuál era el sitio y llamamos al timbre....
- ¿Si?
- Hola, buenos días. Que nos han dicho que aquí podríamos comprar leña.
- Ahora bajo.
En otros tres minutos bajó el tal Jesús, un hombre que a primera vista ya nos pareció un auténtico baserritarra, aun cuando había bajado de un piso.
- Me acabo de levantar porque he estado a la mañana caminando, cogiendo té de roca.
- Uf. Lo sentimos
- No pasa nada hombre, pasad por aquí... Nos condujo a una bajera decorada como un txoko y nos preguntó:
- ¿Blanco o tinto?-Y sacó una botella de vino.
- ¿Cómor? No, que queríamos leña para hacer fuego, no vino.
- Ya, ya, pero yo primero voy a beber un vaso de vino y luego vamos a por la leña.
Nosotros, a esas alturas de la conversación ya estábamos ojipláticos, y terminamos aceptando la invitación a un trago, además de una conversación amena y distendida, en tono agradable y cordial. Cuando echamos el trago, nos montó en su todoterreno y nos llevó donde tenía la leña, que como no podía ser menos, vendía por camiones hasta las trancas. Aquí es donde nos sentimos un poco mal, porque íbamos a molestarle por una miseria a una persona que vende la madera por toneladas.
Pero él, ajeno a nuestras preocupaciones, nos escogió la leña ("coged de primera y no de segunda") y nos la partió en trocitos más pequeños adecuados para la fogata, además de dejarnos una carretilla para llevarla.
Y cuando le preguntamos, como buenos navarros, qué se debía, nos contestó:
- Pero qué os voy a cobrar hombre, si yo la vendo por camiones.
- Pero por favor, que hasta nos has partido tú mismo la leña con hacha y nos has invitado a un trago.
- Nada hombre, que no es nada
- Insistimos
- Ala, pues dadme dos o tres euros- Estoy convencido de que lo dijo por compromiso y para que no le daríamos más la chapa. Y nos explicó la forma de disponer la leña para hacer mejor ascua, y en qué orden debíamos quemarla, primero la seca y después la más verde para tener buen ascua.
Nos llevamos la madera con la carretilla que luego le devolvimos, y efectivamente las brasas salieron estupendamente, al igual que la carne que asamos en un santiamén.
Mientras comíamos, estuvimos comentando que gente de esta cada vez queda menos, o a lo peor es que vivimos en ciudades tan deshumanizadas y tan frenéticas que no nos queda tiempo para echar un trago porque sí, porque nos da la gana, charlando con alguien a quien no volveremos a ver nunca más. En cierto modo, me recordó a Paco Rabal en "El disputado voto del señor Cayo", un hombre que no nos necesitaba para nada a nosotros pero nosotros sí a él.

Un saludo para Jesús de Ciordia desde un internet que casi seguro le es ajeno

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