Como no podía ser de otro modo, ahí estamos, a las 9:30 casi en punto, o sea a las 10, acomodándonos en el piso de arriba de la Bodeguilla de San Juan. Lugar suficientemente céntrico como para que cuando por fin nos demos cuenta de que casi son las 12, todavía nos de tiempo de llegar al menos al Paseo Sarasate a tiempo de oír (que no ver) el chupinazo.
Mi "partenaire" no ha subido, porque a su vez tenía que dar de almorzar al txiki, así que he subido yo con la mayor, y otro de los mansicos.
El menú, el tradicional: pardehuevos, magras, patatas fritas y tomate.
Las patatas se resistían, pero con bien de tomate estaban buenas.
Para beber, bien de agua, y vino del de tomar con gaseosa. Para ir acostumbrando al cuerpo a lo que le obligaremos a ingerir en los próximos días.
Los asistentes, más o menos los mansicos habituales, más menos los también habituales.
Nos ha fallado nuestro guiri preferido, porque parece que en Gran Bretaña no se han querido enterar de que empiza SanFermín, alguna mamá con criaturas demasiado tiernas, y alguna pareja en paradero desconocido.
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