jueves, 21 de agosto de 2008

SETAS

Hola eosinofilos, hoy, como buen navarro que se precie y tras las copiosas lluvias acaecidas en nuestra comunidad, me he dirigido al monte a por setas, esos pequeños manjares que nos da el señor y que crecen libremente por el bosque.
En un principio no tenia mucha confianza de coger nada, pues en varios intentos anteriores la experiencia había sido frustrante, ya que llover sí había llovido pero de repente hizo mucho calor en dos días que terminó agostando todo (y nunca mejor dicho lo de agostar).
Tras una buena caminata (y líbreme Dios de señalaros dónde) he logrado recoger unos cuantos ejemplares de lengua de vaca, que es una especie poco conocida y por tanto fácil de encontrar pues el desconocimiento general en estos casos juega a favor del enterado en la materia, ya que personas que no conocen esta seta se abstienen de cogerla - y bien que hacen si no se distingue debidamente -. No sería la primera vez que inexpertos recolectores sufren consecuencias graves tras la ingesta de setas incorrectamente identificadas.
Para esto último, existen sitios como éste en el cual os informan debidamente antes de cometer una imprudencia, gente seria y maja que asesora gratuitamente acerca de las setas y hongos que tengáis a bien llevarles para su identificación.

Y ya que estamos metidos en harina, cómo no hacer mención a dos temas candentes en Navarra sobre las setas. El primero por supuesto es nuestra tradicional enemistad setalari con nuestros vecinos los guipuzcoanos (llamados popularmente ROBASETAS por aquí - ellos nos llaman MEAPLAYAS a nosotros, que vamos en tropel a Zarauz o a San Sebastián en verano). Dichos vecinos acuden en otoño como moscas a panal de rica miel, y he de decir en honor a la verdad que conocen y aprecian mucho más las setas y los hongos que nosotros, pues en Navarra aparte del hongo beltza y el rovellón parece que no existe nada (exceptuando eso sí los perretxikos en primavera).
Y el segundo tema es el secretismo tan tribal diría yo que rodea a todo emplazamiento del monte que un año y otro da setas, o sea un setal. Hay gente que ha muerto sin decir dónde están los setales que conoce, como muy bien retrató Pío Baroja en Zalacaín el aventurero, y es que saberse un sitio de éstos es casi como estar iniciado en un rito ancestral al que sólo los más preparados pueden acceder, al más puro estilo Skull and Bones en estilo foral.
Y cómo no, una mención al coto de Ulzama, valle a unos 20 km de Pamplona, que ha regulado la explotación micológica de sus montes. Sobre este tema se han vertido ríos de tinta y hondonadas de hostias, como lo refleja esta opinión en un periódico navarro el año pasado.

Poco más que comentaros, sino que cojáis navaja y cesta y subáis al monte, que una buena caminata por un bosque de hayas no tiene precio.

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