lunes, 17 de noviembre de 2008

Cartas desde el exilio: Restaurantes del mundo

Si algo me gusta de Munich es la cantidad de restaurantes de todas las nacionalidades que hay en la ciudad.
Y si algo me gusta de un compañero que tengo la suerte de tener aquí, es que conoce un montón de ellos.
Últimamente he estado con él y otros cuantos colegas más en un restaurante Etíope y en otro Afgano.

En el Etíope nos resultó curiosa la forma de servir la comida. Eramos cuatro, y nos sacaron una gran fuente en la que habían dispuesto por zonas la comida que cada uno habíamos pedido. Sin más platos ni cubiertos. Solo una especie de tortitas que usábamos para, arrancando trozos de ella, coger una porción de comida y comerla.

Es una experiencia en la que se relajan las formalidades y compartir comida es tan fácil como estirar un poco más la mano hasta el montoncito de un compañero.

Nosotros estuvimos con nuestro jefe aquí, y fue entonces cuando nos invitó a llamarle por su nombre propio, lo que, si alguno conocéis cómo funcionan por aquí, es todo un logro. Desde entonces, la relación ha sido bastante más relajada.

Ayer cenamos en un Afgano. Ibamos a ir a uno cerquita de Marienplatz, pero como estaba lleno fuimos a otro que casualmente habíamos visto de pasada cuando buscábamos el primero.

Se llama Nigin y está en Dultstrasse, 1.
Parecía bastante nuevo, y es muy chiquitín, así que si quieres ir, probablemente sea mejor reservar. Nosotros tuvimos suerte, y como ibamos a una hora más española que alemana, nos atendieron en segundo turno.

Yo comí Qabuli Palau, que era una mezcla de arroz basmati integral, pistachos, almendras, pasas y tiras de zanahoria cocinado todo con especias, y carne de cordero, especialidad de esta cocina, que puede ser en forma de pincho o guisada, como fue mi caso. Como acompañamiento, unas espinacas al estilo afgano, que no sabría describiros bien.

Me gustó.
De postre, nos dejamos aconsejar y comimos Ferni. Me pareció una natilla con trozos de almendra y pistacho, y seguramente más cosas que no conseguí identificar.

También me gustó. No era demasiado dulce, que es algo que siempre me temo de ciertas cocinas orientales.

Con el litro y medio de cerveza que usamos para remojar todo esto, nos salió a algo menos de 25€ por persona, lo que es bastante razonable para lo que se estila por aquí.

Otro día, otro país.

1 comentario:

  1. Yo también comí una vez en un restaurante Etíope en Amsterdam, y lo mismo, había que comer todo con la mano sobre una torta... yo pensé que serían cosas fáciles de coger... pero una de las cosas que había... ¡eran lentejas! así que era bastante curioso no usar cubiertos.

    ResponderEliminar